(Novela brevísima, para los que trabajan y no tienen tiempo de leer novelas
largas, como “El enigma de Baphomet)
Un lugareño de Guadalajara, al que se le fue la guadaña
durante una discusión de faldas, antes de ser condenado al garrote vil,
emprendió camino, campo a través, con dirección al sol naciente, hasta que se encontró con lo nunca visto: agua hasta
el infinito donde se junta con el cielo que lo envuelve todo. Se le subió el
pavo, estiró el cuello haciendo un desplante al aire y, escueto en su
pensamiento, sentenció en una carta que enviaría a sus paisanos: “Ignorantes
paisanos, para triunfar he tenido que cometer un crimen por azar, sin culpa,
salir de mis pocilgas y aperos, descubrir un charco inmenso con la tierra en
medio, aislada y cubierta de agua por arriba, por abajo por la derecha y por la
izquierda. Ya os lo contaré más detallado cuando vuelva al pueblo cubierto de
gloria, exculpado del infortunio que acompañó a la muerte del competidor por
mis amores”.
Cuando leí este manuscrito en un cuaderno amarillento y
raído, firmado por un anónimo lugareño de Guadalajara dudé sobre la etimología
de Mediterráneo: ¿En medio de la Tierra, o con la Tierra en medio? ¿El primer
inventor del hidrónimo fue el romano o Tiburcio de Guadalajara?
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