lunes, 27 de agosto de 2012

VASCOS, TEMPLARIOS, CAUCÁSICOS Y VIKINGOS EN ANTIOQUIA ( Artículo de Jon Errekarte)


El siguiente artículo de Jon Errekarte, aparecido el 20/08/2012, ausente de todo dogmatismo, abre perspectivas para nuevas investigaciones. Bienvenido sea.



La presencia del pueblo vasco en Antioquia durante la colonia y la época moderna ha sido ampliamente demostrada y documentada por genealogistas, historiadores, sociólogos, antropólogos y hasta genetistas. La mayoría de los trabajos o estudios realizados por los anteriores hablan de la preeminencia física, cultural, fenotípica y genotípica de los vascos en la población antioqueña, en mayor o menor grado, dependiendo de la época y zona de Antioquia en la que han realizado sus investigaciones.
La explicación la encuentran principalmente en el poblamiento que se dio durante los procesos de conquista y colonización del territorio antioqueño llevado a cabo por los europeos durante más de 300 años, y el aporte en menor escala, pero significativo por cuanto sus obras e impacto, de varios centenares de vascos que migraron en los ya casi 200 años que tiene Antioquia de vida republicana, después de que en 1813 cortara de manera definitiva los vínculos con España y declarara su independencia.
Sin embargo, existe un manto de oscuridad que no permite conocer la historia de Antioquia antes de 1499, año en que el piloto Juan de la Cosa “el vizcaíno” y en general los ibéricos, navegaran por primera vez las costas del Golfo de Urabá. La arqueología, la antropología y la historia no permiten mostrar una realidad distinta a la aceptada por los cánones establecidos sobre el poblamiento de América. Cualquier intento de romper estos esquemas se convierte en parte de la historia oculta, la cual nos llega a través de una serie de rastros, sospechas y pequeñas referencias encontradas que nos indican que las cosas podrían ser de otra manera. Por esta razón, estos espacios por fuera de la rigurosidad académica sirven para recopilar una serie de evidencias, pistas, indicios que nos cuenten una historia diferente a la tradicional, una teoría que sirva para enriquecer la discusión y aportar, y no un dogma o una doctrina que limita y niega el deseo de explorar y descubrir otra posible realidad.
El primero de esos dogmas con que la academia presenta nuestros orígenes más remotos, precolombinos, se relaciona con la opinión de que los indígenas que habitaban toda Antioquia fueron prácticamente eliminados por las guerras con el imperio español o desaparecieron en el momento de su llegada. También se asegura que los indígenas de este territorio estaban supeditados cultural, lingüística y territorialmente a la macro familia Caribe o a los chibchas del interior, ambos grupos que en el momento en que llegaron los europeos con Colón se encontraban en expansión territorial y por tanto hacían presión sobre el actual territorio antioqueño.
Estos son dogmas que son discutibles por muchas razones, pero, por el hecho de presentarse como verdades irrenunciables, no podríamos siquiera ponerlos en duda. De manera, que es preciso redescubrir nuestro pasada aportando otros indicios y pruebas que los académicos nunca tendrían en cuenta por miedo a las críticas de sus colegas, de ahí, que este espacio esté dedicado a imaginarnos un pasado distinto, propio, no importado y sin dogmas.
Para empezar a derrumbar mitos, bastaría con dar una mirada a las riquezas naturales de Antioquia para pensar en lo absurdo que resulta considerar una tierra tan extensa y fértil estuvo prácticamente deshabitada durante el siglo XVI, cuando se supone llegaron los primeros europeos. A su vez, resulta difícil creer que los habitantes precolombinos perecieron por las enfermedades y las guerras a manos de unas decenas, y para más, algunos centenares de europeos en las primeras conquistas.
Entrando en materia tenemos que Antioquia por estar ubicada estratégicamente en la esquina superior de la masa continental suramericana, donde se produce el encuentro con América del centro y a través de esta la del norte, donde hay un estrecho en la selva del Darién que separa por pocos kilómetros a los dos océanos, donde se tiene una gran variedad de pisos térmicos y de alturas, donde hace presencia en gran parte de su territorio la gran cordillera andina, entre otras riquezas naturales como fuentes hídricas, subsuelo rico en minerales, en especial oro y plata, entre otros recursos naturales hacen de Antioquia un lugar privilegiado donde necesariamente habrían de confluir todos los grupos humanos que se hicieran a la mar, además de los que desde el norte de la masa continental quisieran atravesar y dirigirse al extremo sur de América.
Grandes poblados o civilizaciones debieron haberse situado en los valles estrechos que se forman entre las montañas andinas y dejado rastros de su presencia, entonces algo debe de ocurrir que cubre con un manto de misterio la geografía humana de Antioquia. Quizás los arqueólogos, antropólogos e historiadores no se han hecho las preguntas adecuadas para guiar sus investigaciones, quizás, están condicionados por las mismas preguntas que enseñan en la vida académica, quizás, no se alcanzan a imaginar otras posibilidades. Lo cierto es que la evidencia continua siendo destruida, robada u oculta como ha sucedido con la cultura quimbaya, sin duda los mejores orfebres de América, pero sus figuras míticas y extrañas para nosotros –que además resulta increíble y todo un reto para la ciencia sabes como hacían estos grupos humanos para dar formas tan perfectas y delicadas a los pesados metales, casi al punto de tratar el oro como si fuese arcilla– que fueron fundidas para convertirlas en lingotes de oro que fueron a parar en las reservas de metal precioso de algún banco en el mundo.
No hay que olvidar la misión en 1956 del Rey Leopoldo III de Bélgica en las costas de Uraba, que nos lleva a preguntarnos qué era ésta, una misión científica o de cazadores de tesoros? Lo cierto es que el resultado de sus investigaciones y lo que de allí sacó en sus helicópteros y barcos no fue entregado a la comunidad científica internacional, fue llevada en el más completo silencio.
De manera que el componente humano que poblaba Antioquia antes de Cristóbal Colón debió haber sido muy complejo y variado, su solo nombre otorgado por los europeos nos trasporta al mundo helénico de los seléucidas, descendientes del imperio griego en Asia, de donde proviene las dinastías de los Antiocos.
Lo poco que sabemos del mapa humano de Antioquia lo obtenemos a través de las crónicas dejadas por los conquistadores hispánicos, quienes no se medían en hacer circular leyendas asombrosas como la de la presencia en tierras antioqueñas del mítico Valle de Arvi, donde existía una ciudad que tenía caminos más grandes que Cuzco y estaba llena de construcciones en piedra que, según nos cuenta el cronista Sardella, estaban prácticamente destruidas y el valle poco más que deshabitado:

E visto por el capitán que hacia la parte de Arví no se hallar poblado por haberse abajado mucho El mesmo con ocho de a caballo e otros tantos de a pié, fue a buscar poblado por otra parte mas nunca lo pudo fallar puesto que encontró muy grandes edificaciones de piedra destroídas e los caminos de peña tajada mas anchos que los del Cuzco y el capitán sabido no se atrevió a seguir aquellos porque quien los habia fecho debió de ser mucha posibilidad de gente.

Los valles vecinos de San Nicolás y los circundantes del Aburra estaban habitados por grupos humanos que fueron llamados itaguies, aburraes, entre otras, tenían importantes jefes o caciques como Niquia, entre otros. Guiados por la lógica el Valle de Arví o Arbi, no podría encontrarse deshabitado, pues, además de ser un sitio estratégico donde se observan el altiplano y el valle del Aburra, con numerosos afluentes naturales, era camino fácil y cómodo para cruzar las cordilleras andinas y llegar hasta el golfo de Uraba, que es donde se cruzan los dos océanos llamados Atlántico y Pacifico.
Si somos observadores de la toponimia podríamos relacionar estas palabras con raíces, por ejemplo en el euskera, al respecto, tenemos que Arbi es una palabra en euskera empleada para designar el nabo, que es una especie de brasicácea cultivada comúnmente como hortaliza en muchos de los climas templados de todo el mundo por su suculenta raíz napiforme.De igual forma similar a la palabra Uraba es la euskara urabar, que significa “despojos que deja el rio”, quizás empleada para referirse a uno de los muchos afluentes navegables que pasan por el Golfo de Uraba.

Ya afirmaba un religioso carmelita vasco que migró a Antioquia a principios del siglo XX y tuvo contacto con los indígenas Kunas y Katios de la zona del Golfo de Urabá, que el idioma Kuna y Katio presentaba semejanzas con el euskera, esta afirmación que corrió por la primera mitad del siglo XX, se difundió por Europa y América. Sin embargo, no se hicieron estudios rigurosos al respecto que descartaran o aseveraran esta teoría, lo que si ocurrió es que dio pie a que muchos hablaran sobre ello como la siguiente referencia:

Motivo de especial estudio por parte de un sacerdote misionero de la compañía de los Carmelitas ha sido el dialecto catío, por la forma de sus palabras agudas en su mayoría, sin ninguna semejanza con los demás dialectos de las distintas tribus de pobladores prehistóricos de la América. El sacerdote en referencia dice en su estudio que ha encontrado en este dialecto una semejanza con el idioma vasco, por la formación de sus palabras y la caprichosa independencia de sus raíces.

Otra referencia que viene al caso traer referente a los estudios de este religioso vasco en Uraba fue mencionada en relación a la palabra Nutibara, sobre la cual se aseveró lo siguiente: 

…según afirmación categórica del sabio Carmelita descalzo que la ha estudiado y ha escrito su gramática. No conozco otra sobre el particular. En otros términos, o todas las silabas son tónicas o todas son atonas. (…) Agrega el docto religioso que esta carencia de acento es también propiedad del éuscaro o vascuence, lengua antiquísima y de carácter aglutinante como la Catia; observación que trae a la memoria la del profesor americano Whitney en el sentido de que el Vascuence posee más sorprendentes analogías con los idiomas aborígenes de Sudamérica que con otro ninguno conocido. Entre paréntesis: no sobrara anotar que ha habido autores graves que sustenten que el éuscaro es la lengua que se habló en el Paraíso.



Por esta época varios antioqueños se atrevieron a lanzar algunas teorías sobre los orígenes de los habitantes prehispánicos de Antioquia, una de ellas relacionaba a los aborígenes antioqueños con habitantes de eurásica. La teoría fue lanzada a principios del siglo XX por varios de los Ospinas, que pretendieron argumentar sobre el ascendente vasco de los antioqueños. Por ejemplo, el doctor Livardo Ospina en Descubrimiento Conquista y Población del Valle de Aburra citó a Tulio Ospina sobre su teoría relacionada con los habitantes prehispánicos de Antioquia, en la que señaló que el elemento vasco no fue ajeno a los aborígenes con los que luego se mezcló, pues ya tenían mucho de vascos.

Sin qué no obstante sea desdeñable la teoría expuesta por don Tulio Ospina aunque no demostrada por el mismo, no confirmada por estudios serios y poco verosímil a la luz de las investigaciones antropológicas más recientes, de que los indígenas antioqueños y en general los que habitaban las cordilleras central y occidental de Colombia no eran de raza amarilla sino blancos de los llamados alófilos, hombres prehistóricos que de las costas del mar indico llevaron la semilla de la civilización a China, Egipto y Asiría y de quienes los vascos aquí venidos para fundirse con los naturales tienen mucho también.

Esta teoría entraba en consonancia con la teoría de que los habitantes primigenios de Europa eran los vascos, quienes fueron desplazados por las invasiones indo-europeas, quedando algunas zonas donde permaneció el euskera como en gran parte de la península donde se encuentran numerosos toponímicos de origen euskerico.
Y aún más en sitios tan remotos como por ejemplo el Cáucaso, de ser cierta la teoría del lingüista y vascólogo armenio Vahán Sarkisián Vahán Sarkisián, en la que afirma encontrar semejanzas entre el vasco y el armenio. La teoría de origen caucásico del euskera es una de las tantas que se han desarrollado respecto a esta lengua enigmática y misteriosa, pues, según lingüistas respetables la teoría que goza de mayor prestigio es la que afirma que el euskera es una lengua desarrollada “in situ”, es decir, propia de los habitantes de los Pirineos y del Golfo de Vizcaya, entre otros sitios de la península donde queda toponimia vasca. Lo anterior, no entra en conflicto con la teoría de que el euskera, la lengua más antigua de Europa, pueda haber quedado algún sustrato en las lenguas propias del Cáucaso.
En relación con la teoría caucásica y vasca resulta extraño que ya existan comparaciones para el caso antioqueño, por ejemplo, realizadas por el bilbaíno Francisco de Abrisqueta en su libro Presencia vasca en Colombia. Abrisqueta contribuyó con la difusión de la teoría de la preponderancia vasca en Antioquia. Señalando que esta región necesitaba un capítulo aparte en cuanto a la ponderación de los apellidos vascos, refiriéndose así sobre los apelativos vasco-antioqueños:

Se ha dicho con razón que los vascos dieron una importante a la riqueza antioqueña que puebla la cordillera central del país, en los departamentos de Antioquia y Caldas. Así lo demuestran los apellidos de tantas familias de la montaña, y la idiosincrasia libre, particularista y tradicional de la sangre de los Aguirre, Alzate, Aranza, Arbeláez, Aristizábal y Arroyave, de los Arrubla, Arteaga, Atehortúa, Avendaño por solo enumerar algunos de los apellidos antioqueños de la primera letra del abecedario.

En referencia a la teoría de los orígenes caucásicos que relaciona a los vascos Abrisqueta la corrobora diciendo:

Por todo ello, algún historiógrafo les dijo a los antioqueños “hombres esforzados, legítimos representantes de los vizcaínos sus ascendentes y las hermosas mujeres de ojos negros, genuinas representantes de la raza caucásica”, refiriéndose, tal vez, a la teoría del origen caucásico del pueblo vasco.

Sin dejar de un lado la teoría de Tulio Ospina sobre los orígenes caucásicos de los primeros habitantes de Antioquia, encontramos igualmente la teoría más reciente de Jesús García en la que afirma que los templarios en sus viajes comerciales por América –las rutas de plata y oro–, habrían traído algunos armenios al continente americano por ser éstos hábiles constructores de piedra. García se basa en algunas toponimias ubicadas en Antioquia que están relacionadas con el Cáucaso como: Antioquia, Armenia y Caucasia.
Al respecto, podemos identificar que la palabra Antioquia puede provenir de una toponimia anterior a Colón, si nos guiamos por la afirmación del doctor Manuel Uribe Ángel, quien comenta que ésta significa en lenguaje katío “tierra de oro”. De igual forma, causa curiosidad el nombre puesto por los europeos a uno de los afluentes más caudalosos que pasa por Antioquia, el río Cauca. Según el cronista Fray Pedro Simón en sus Notas Historiales, su origen se debió al nombre de un cacique llamado Cauca, sin especificar más datos. De este río Cauca tomó el nombre el municipio antioqueño de Caucasia, fundado en el siglo XIX a orillas de este importante afluente. También se menciona como un topónimo con un origen relacionado con el Cáucaso la toponimia de Armenia, de las cuales 7 referencias geográficas se encuentran en Antioquia para representar ciudades, pueblos, montes, valles, arroyos, entre otro, según lo indagado por Vahán Sarkisián.
El caso es que Caucasia, Armenia y Antioquia pueden dar referencia de la presencia de templarios y armenios en tierras antioqueñas, quizás existió una ruta alterna a las rutas descubiertas en el sur del continente que servían para enviar a Europa los minerales de las actuales Bolivia y Perú o la ruta templaría ubicada en Méjico.
Esta nueva ruta del comercio podría estar relacionada con la extracción de minerales en Antioquia, incluso con el trasporte de minerales desde el interior de Suramérica hacia el Caribe, tal como se había hecho durante el siglo XVI por parte de los ibéricos con el oro y la plata proveniente de todo el Reino del Perú (que comprendía gran parte de Suramérica). Los europeos trasportaban el mineral desde Potosí y otras minas importantes del Chocó y Antioquia hasta la ciudades ubicadas en la actual Panamá, para embarcarlas hacia los puertos europeos de Cádiz y Sevilla.
Causa más que curiosidad saber que uno el Golfo de Uraba fue uno de los primeros lugares a donde se dirigieron las primeras exploraciones europeas en la masa continental americana (1499) y donde se realizó la primera fundación europea en la masa continental llamada San Sebastián de Uraba (1510).
Pero sobre todo, causa curiosidad la obsesión mostrada por los europeos para realizar el encuentro con el mar del sur (que finalmente era la idea inicial de Colón para su empresa de encontrar la ruta hacia las especias de la India y China). Así, los europeos en busca del cruce de caminos que unía los dos océanos, que en efecto fue encontrado por el vasco Pascual de Andagoya lo que nos hace sospechar que algo sabían para llegar hasta este fin.
La posible ruta Templaria de Uraba pudo haber sido una más de las existentes en América, que contó con la asesoría de navegantes vikingos que ya tenían experiencia en navegar por América, que por lo menos, se ha logrado aceptar su presencia en la península del Labrador en Norte América. Sin embargo, algo impide pensar que estos hábiles navegantes del norte dedicados exclusivamente a explorar y hacerse a la mar, no hubieran sentido deseo, curiosidad o necesidad de navegar y examinar todo el continente.
De manera que los vikingos habrían encontrado también el cruce de caminos entre los dos océanos y habrían puesto allí un puesto de avanzada, realizando alianzas estratégicas con los autóctonos y mezclándose cultural y quizás idiomáticamente como lo hicieron en Labrador. Así, los vikingos de Uraba podrían haber sido los fundadores de la Thule, que recuerda la mítica patria nórdica, ubicada en el sitio de Urabar y las selvas Darién, de la cual muy seguramente deriva la tribu Tule que aún hace presencia allí entre Urabá y el Darién.
Ubicados en el noroeste de Antioquia los kuna habrían sido presionados por los europeos en la colonia, por lo cual se desplazaron hacía Panamá, pero no abandonaron sus territorios ancestrales de Antioquia y continuaron haciendo presencia sobre todo en el río Atrato.

Cuando Panamá formó su proyecto de Estado Independiente en 1903 quedaron divididos de manera arbitraria entre Antioquia y Panamá, quedando la mayor parte de su población en Panamá y la menor en Antioquia. En 1925, los Kuna-tule de Panamá se levantaron para lograr su autonomía dirigidos por Nele Kantule y Olonkitipipilele, el levantamiento se logró pacificar por medio de un Tratado de Paz.

Como resultado el gobierno de Panamá prometió proteger los usos y costumbres kuna-tule y les concedió autonomía sobre sus territorios. Las banderas bajo la cual pelearon los indígenas kunas portaban cruses gamadas, runas y demás símbolos ancestrales conservados gracias a sus tejidos y su trasmisión oral de la historia –tal como lo hacía los vikingos, quienes pese a poseer el alfabeto rúnico, plasmaban su historia en la tradición oral y en su arte–.
Existe otra Tule prehispánica ubicada en México que ha sido relacionada de igual forma con las rutas comerciales establecidas entre vikingos y Templarios en América. Quizás la Thule era un imperio vikingo que poseía varios enclaves estratégicos ubicados por todo el continente americano desde Labrador hasta la Patagonia.
El caso es que en la Thule de Urabar habrían confluido vikingos y posteriormente vascos que seguían las rutas balleneras del Atlántico, tal y como sucedió en la península del Labrador. La principal evidencia de este encuentro entre estos pueblos en el hemisferio norte de América y Europa, es sin duda, la lengua entre aborígenes norteamericanos, vikingos y vascos, derivada de la necesidad de comunicarse y comerciar. Es una especie de lengua franca o también conocida como pidgin, que fue encontrada para este caso en relación con el vasco-islandés que se presenta en Islandia y el algonquino-vasco propio de Terranova y Labrador.
Por otro lado, existe una comparación entre vikingos y los indios caribes realizada a mediados del siglo XIX por el ingeniero francés Lucien Napoleón Bonaparte –encargado de los estudios para la realización del canal de Panamá–. En su libro titulado Canal de Panamá Lucien puso en evidencia las similitudes entre indígenas y vikingos afirmando lo siguiente: 

  
…Estos últimos se llamaban a sí mismos calinas; eran bravos y aventureros; hábiles navegantes; emprendían frecuentemente audaces expediciones en común, bajo la conducción del decano de los jefes, y se les ha podido comparar con los vikingos o reyes escandinavos del mar. Adoraban los astros, en especial a la Luna, que era de género masculino, a la que ellos consideraban como el padre de Hiali, fundador de su nación; creían que las almas se refugiaban en los cielos bajo la forma de estrellas y servían entonces para dirigir las grandes piraguas en el vasto océano…

En el caso de los vascos un estudio etnográfico realizado por Jaime Arocha y Stella Rodríguez sobre los “culimochos”, revela datos asombrosos sobre la hipótesis de que éstos pudieron haber llegado más al sur de América antes de Colón, es decir la actual masa continental de Suramérica. Éstos autores en su investigación sobre este curioso pueblo del pacifico colombiano citan una entrevista realizada por la periodista Eliana Castellanos Díaz, en donde los “culimochos” aseveran descender de navegantes vascos, propietarios de "[...] poderosas flotas bacaladeras y balleneras, [quienes...] cien años antes que [sic] Colón abriese las rutas oceánicas [...habrían sido] empujados por tempestades hacia lo que suponían una gran isla y que no era otra cosa que América". De igual forma que éstos les trasmitieron el oficio de armadores que han practicado los vascos a lo largo de su historia, aprendido de sus maestros los vikingos y normandos.
No olvidemos tampoco que se afirma que los vascos perfeccionaron el arte de navegar con los vikingos, que en las costas de Vizcaya se han encontrado vestigios vikingos y que según la leyenda del primer Señor de Vizcaya llamado Jaun Zuria (en castellano el Señor Blanco) quien es tenido por descendiente de normandos.
Resulta interesante que algunas toponimias del lugar se pueden comparar con una posible raíz del euskera, obteniendo unos resultados sorprendentes como los que se presentan a continuación.
Primero realizando la tarea de sobreponer la raíz euskerica con el sufijo katio “do”.

*Apartadó, aparta = exepcional + do.
*Chigorodó, txigor/txigortu = tostar/ volverse árido + do.
*Murindó, murin = piñon /fruto del pino + do.

De igual una serie de topónimos recuerdan alguna palabra euskerica o suenan euskericos:

*Arbi, en euskera el fruto del nabo.
*Uraba, urabar (despojos que deja el rio).
*Ituango, tiene varias posibilidades en relación al euskera, ejem. les significados: Itu = fin, objetivo, finalidad; Itun = alianza, pacto, tratado, convenio + el sufijo del euskera go o ko, similar a Durango, Arango, entre otras.
*Urrao, urra en euskera significa “Lugar de los avellanos”. Viene de “Urr” que significa “árbol de avellano” y el sufijo “a” que es una contracción de “aga”. De igual forma puede contener el sufijo katío de lugar “do”, de la siguiente forma Urra + do que significaría los mismo “lugar de los avellanos”.

Hay que tener presente que estamos hablando de un caso hipotético donde los toponímicos de lugares pudieron haber sido trasplantados desde Europa a América, lo cual indica que es una abstracción realizada por alguno que imagino su paisaje habitual y lo traslado al paisaje americano. No significa, aunque no sabemos que los bosques de Antioquia contuvieran las mismas especies europeas citadas en estos toponímicos de nabos, avellanos o piños, sino que especies similares que recuerden sus formas.
La última evidencia que se puede traer relacionada con este enclave vikingo, vasco o templario es la leyenda del Cacique Nutibara, quien es presentado como un gran guerrero que murió por defender a su pueblo de los invasores ibéricos junto a su jefe militar Quinunchú o Kinuntxu. Cuentan los cronistas que Nutibara era un hombre joven, fuerte y más alto que cualquiera de los españoles que lo enfrentaron, quien además lucía barbas largas. Así, tenemos que ni la estructura militar altamente jerarquizada, ni la descripción física del Cacique Nutibara corresponde con la imagen tradicional que nos han presentado de los aborígenes americanos, apuntan más bien hacia las altas civilizaciones encontradas en México y Perú, sin embargo, ante la escases de evidencia física no podríamos comprobar las teorías aquí planteadas.
Por ello, podríamos también pensar que en el sitio estratégico que conecta los dos océanos llamado Golfo de Uraba, fue un punto de confluencia entre distintos pueblos amerindios y europeos, indicándonos que la hibridación étnica, cultural e idiomática no se creó a partir del 1510 año en que se establecen los europeos en este territorio en el primero, pero efímero, poblado de San Sebastián de Uraba.
Así pues, el caso es que la Thule de Urabar nos plantea todo un reto para repensar nuestros orígenes y nuestro pasado, en una tierra presentada como la joya más preciada de la Corona española por sus minerales, pues según se decía, en Antioquia prácticamente no había rio donde no corriera oro. Este mineral se ha explotado desde la colonia hasta la actualidad por parte de los europeos, para más decir, no se ha cuantificado cuantas toneladas de minerales han extraído hasta la fecha de Antioquia, pues ha sido más el mineral que sale de manera clandestina que el que se ha registrado.
Aún así este mineral no se ha agotado y continúan las compañías mineras de otras latitudes extrayendo este precioso mineral, por ello, no es descabellado pensar que antes que Colón los europeos ya estaban trabajando en la obtención de minerales en Antioquia.


Autor: Jon Errekarte